[Para aclarar: no todo en la larga noche de los mil años fue oscuro]
Conociendo bien el pasado de la Iglesia Católica, no ha de resultarnos extraño que al escuchar "Edad Media" lo primero que venga a nosotros sea "pena de muerte"; aunque, por supuesto, muchos trogloditas lo entienden por "caballeros y doncellas" (no trataremos con ellos).
Mi intención principal —más que el morbo en lo amarillista, lo juro— , es hacer hincapié en la increíble opresión que sentenciaba dicha religión por lo que consideraba "herejía".
A decir verdad, la herejía no presentaba casos extraños. Bien podía usted hablar en otras lenguas —como por ejemplo, el latín— y, si no pertenecía al priorato, usted estaba cometiendo blasfemia. Si cuestionaba la efectividad de los remedios de entonces (como la sangría), si era zurdo o tenía una marca de nacimiento: estaría seguro de que lo pondrían en la mira.
Ya crearé otra entrada para las ocurrencias de la fe en ese tiempo, pues hoy quiero enseñarles el delirante sufrimiento por el cual tenían que pasar personas como usted y como yo, hace unos cuantos siglos atrás (porque no, la Santa Inquisición no sólo existió en España). A continuación verán las torturas más despreciables que se nos han podido ocurrir a los humanos (Já, como si fuéramos de la misma especie):
- La Hoguera: Es una tortura muy nombrada y, para muchos, bastante cliché, pero la verdad es que morir abrasado en llamas no es mi atractivo principal.
Normalmente, la persona acusada de traición, herejía o brujería, era amarrada a un palo y cubierta con paja o madera para acelerar la combustión. Si usted presenta un poco de empatía, entenderá que sentir sus sesos quemados y la piel ardiendo en alguna infección (además de los glóbulos oculares estallando debido al fuego), no es la mejor manera de rendirse ante Dios.
Al menos, crear un infierno en vida era algo que a la Iglesia se le daba muy bien.
- La Rueda: El condenado era despojado de sus prendas para apresarlo con estacas o anillos de hierro. Bajo sus rodillas, codos, muñecas y caderas, se ubicaban trozos de madera para "machacar" sus huesos y articulaciones. Nada mejor que los alaridos saliendo de la boca del pobre "hereje".
- La Doncella de Hierro: Está bien, tal vez mentí un poco cuando dije que no hablaríamos de doncellas, pero puede que no sea lo que usted se está imaginando precisamente.
Esta tortura consistía en una especie de ataúd con múltiples pinchos en su interior, acomodados metódicamente para que fuesen enterrados en ciertas partes del cuerpo.
Si tuvo buena infancia, recordará a Matilda ¿No se le viene a la mente "el agujero"?
Otra manzana que se echó a perder...
- La Sierra: No, ya no suena divertido estar de cabeza. El condenado ocupaba ésta posición con las piernas semiabiertas y, mediante sus genitales, era masacrado con tal herramienta. ¿Por qué dicha ubicación precisamente? ¡Claro, para que no quedara inconsciente! Así, el dolor era máximo y sólo terminaba cuando la sierra llegaba al pecho o, en el mejor de los casos, al ombligo.
Dicen que con muñecos todo luce mejor...
- Cuna de Judas: No es tan cómoda como suena. Este castigo se presentaba principalmente para las mujeres acusadas de adulterio y los homosexuales. La víctima era atada de muñecas y tobillos para ser elevada en el aire con las piernas separadas. Después, tras un jalón fugaz, la persona caía sobre una pirámide puntiaguda que se enterraba en su vagina o ano.
Realmente podría continuar con infinidades de cosas: la Pera, la Horca, el Tenedor del Hereje, la Cigüeña, la Tortuga, el Garrote Civil, el Potro de Tortura, la Guillotina, el Cepo... Pero no es mi punto. Si usted llegó hasta el final de mi breve relato, se responsabiliza de lo que vio. De igual manera, si su morbo está por delante de su meditación de una dolorosa realidad; disfrútelo todo lo que quiera que quedo libre de culpa (ya pagué mi indulgencia).
Ya lo decía Plauto en su obra Asinara: "El hombre es un lobo para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro".
LSD.
Ya lo decía Plauto en su obra Asinara: "El hombre es un lobo para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro".
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